Harta. Sencillamente harta de vivir bajo el yugo de las responsabilidades y obligaciones. No solo las mías, sino las que tengo con los demás. Harta de tener que ser la mujer perfecta subida en unas plataformas de 6 centímetros. Harta de tener que actuar de un modo para no sentirme manchada por la culpa. Harta de tener que llegar puntual a una casa que ya no siento como propia, un lugar oscuro donde la luz no entra. Solo entra el calor infernal del verano. Solo entran reproches.
Por mucho que respire hondo. Por mucho que le de vueltas a una rueda sin principio ni fín, seguiré harta. Harta d vivir en un mundo que cuando no eres y actúas como los demás te imponen, eres juzgada como si hubieras cometido el peor de los crímenes. Te llevas las peores miradas, las malas palabras, el dolor en el pecho. Todo por no ser quien los demás te obligan a ser. Todo por ser simplemente tú. No puedo ser más alta. No puedo ser más lista. Ni siquiera puedo ser más simpática. No soy así. Nunca lo seré por mucho que me esfuerce. No nací para ser la idea preconcebida de alguien. No nací siquiera para ser la hija perfecta, la novia perfecta o la nada que lleve el adjetivo calificativo "perfecta". Nací para ser yo. Y por muy hartos que los demás estén de aguantarme tal y como soy: Seguiré siendo yo.
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Nunca supe porque era La Chica en Llamas. Solo sabía que lo era. Hasta hoy.
Siempre he sido esa chica de hielo en la piel y fuego en el corazón. Nunca me di cuenta, o disfrutaba de no hacerlo. Prefería ocultar las llamas bajo una capa de hielo. Así era todo más sencillo, menos doliente. Los insultos no dolían. Los golpes no dolían. Las lágrimas no dolía... Sin embargo, el hielo no es indestructible. Tus propias llamas pueden derretirlo con el tiempo. A veces tarda más, otras menos. Depende de cuanto tiempo lleves ardiendo. Yo llevaba mucho. No era consciente de ello ni quería serlo. Siempre preferí el gélido frío del invierno que el calor. Pero al final de un camino de baldosas rojas, acabas por darte cuenta de muchas cosas. Y si. Rojas. El amarillo siempre fue demasiado alegre para mí. Siempre preferí la pasión del rojo. Ese color que describe a la sangre, a un pintalabios que siempre llevo en el bolso, a esos zapatos que nunca tuve y siempre quise... Un rojo que tenía dentro de mí. Tal vez debí de darme cuenta de ello cuando me llamé a mí misma por primera vez "Girl on fire" o lo que viene a ser La Chica en Llamas. Me gustaba pensar que solo era porque me gustaban Los juegos del hambre, o por aquella canción de Alicia Keys. Me atraía la idea de sacar una flecha de mi carcaj, ponerla en el arco y lanzarla mientras exhalaba un suspiro lleno de mis más profundos pensamientos. También me gustaba la idea de ser una llama que podía quemar con tan solo una mirada, como dice la canción. Pero ahora, en este momento de sinceridad conmigo misma, sé que yo siempre he sido La Chica en Llamas, escondida bajo una capa de hielo que al fín se derritió. Si, un fín con acento, pero esa es otra historia que prometo contaros algún día. Hoy solo diré una cosa más. Una que no me cansaré de decir: Yo soy La Chica en Llamas. |
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